El PSG venció su miedo a ganar

Neymar lideró a su equipo para superar la maldición de los octavos
Del amor al odio hay un paso. Esta frase describe a la perfección la relación entre el Paris Saint-Germain y sus ultras. Anoche, luego de la clasificación del PSG a los cuartos por primera vez desde 2016 tras vencer al Dortmund por 2-0, jugadores y ultras celebraban en total comunión a las afueras del Parque de los Príncipes. Sin embargo, no todo era color rosa antes de esta victoria. “Silva, Mbappé, Neymar ¿tienen miedo a ganar?” Así rezaba la pancarta del Colectivo Ultras Paris (CUP) en contra de sus jugadores luego de la penosa actuación de su equipo en la derrota en Dortmund (2-1) por la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones en febrero.
Cansados de las constantes, y cada vez más, ridículas eliminaciones de su equipo en octavos de la Champions desde la famosa remontada sufrida en el Camp Nou en 2017, el CUP dirigió toda su ira a sus futbolistas. En especial a su capitán, Thiago Silva, y los dos jugadores más caros del mundo, Neymar y Mbappé, que hasta ahora nunca habían dicho presente a la hora de la chiquita. Previo a la victoria de ayer en París, nadie creía que el PSG, un equipo experto en perder incluso con todo a favor, tuviera el carácter de sobreponerse a la adversidad en medio de un estadio vacío debido a las medidas contra el coronavirus y con sus ultras presionándolos al límite.
Pero, a diferencia de los tres años anteriores, Neymar estaba en la cancha con la camisa del PSG. Fichado para traer la Champions a la capital francesa, irónicamente después de que él solito inspirara al Barcelona en la remontada contra su actual equipo, Neymar nunca había podido disputar la vuelta de los octavos con el PSG por lesión. Hasta ayer. Y se notó. El crack brasileño, en el punto de mira de los ultras por su intento de regresar al Barça en verano, realizó una prestación XXL. Lideró, creó, anotó… e incluso defendió. Vamos, que hizo todo aquello por lo que el PSG pagó 222 millones de euros en 2017.
Ironías de la vida, Neymar, quien recientemente había declarado que le daba miedo cabecear por miedo a caer mal, marcó el gol de la clasificación a la media hora de juego de una palomita tan fantástica como astuta. Luego, al filo del descanso, armó la jugada del segundo, obra de Juan Bernat, siempre presente en el marcador en las grandes noches europeas. Y en el segundo tiempo, a pesar de no ser tan peligrosos, el PSG nunca se vio en peligro ante un Dortmund que no tuvo ni una jugada verdaderamente peligrosa en todo el partido. Haaland, verdugo en la ida con sus dos goles, no chuto ni una sola vez al arco gracias al férreo marcaje de Kimpembe.
Los parisinos hablaron en el campo y salieron a comerse a unos alemanes que, después de su merecida victoria en la ida, se creyeron en cuartos y se pasaron las dos semanas previas a la vuelta burlándose del conjunto francés con declaraciones y publicaciones en las redes sociales. Y lo pagaron caro. Porque le dieron a Neymar y compañía las ganas de ganar que sus ultras tanto les reclamaban. Del amor al odio hay un paso y el PSG ya lo ha dado varias veces en ese sentido. Pero anoche, finalmente, hizo el trayecto contrario.
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